Imponente y majestuoso, este cirio no es solo una vela: es un símbolo de fe encendida, una presencia viva que ilumina el alma y el espacio. Con sus 32 cm de altura y 14 cm de diámetro, se convierte en el centro espiritual de cualquier altar o rincón sagrado, ofreciendo una luz serena que acompaña la oración, el recogimiento y los momentos más íntimos con lo divino.

Cada vez que su llama se enciende, renace la esperanza, se invoca la paz y se fortalece el vínculo con lo eterno.

Un regalo significativo que trasciende lo material, llevando luz donde más se necesita: al corazón.